
El Limpiabaños
Algún día tendré mi venganza, y presiento que será hoy, martes. Este es el día que el desgraciado come más. He llegado a conocer su agenda por la consistencia de sus heces, por los colores que se pegan en la porcelana, por las cantidades inconscientes de papel de baño que utiliza.
Mi nombre es Fermín, y soy el encargado de limpiar los baños en este centro comercial de renombre perteneciente a las clases acomodadas de la capital. Tengo el honor de limpiar las cacas de los apellidos más rimbombantes, de la gente bonita de la zona, y no, a pesar de lo que muchos pudieran pensar, esta gente no caga dinero ni huevos de oro, cagan lo mismo que nosotros los que vivimos de limpiar sus excusados: mierda, y mucha.
Como todo ser humano (porque no por limpiar baños dejo de serlo) tengo un némesis, mi terrible archi-enemigo es un hombre gordo, alto, de mejillas sonrosadas y vestimenta impecable. Sólo le falta llegar a los baños montado en un caballo igual de gordo para completar una imagen perfectamente Boteresca.
Nuevamente no se asombre, no por ser un limpiador de baños significa que no sepa nada de pintura. Créame que incluso se más que muchos pintores experimentados en cuanto a las coloraciones que algunas mezclas pueden producir.
Y usted se preguntará ¿por qué ese hombre es mi némesis? Muy sencillo, cada vez que entra a uno de mis baños los tapa hasta el borde, de una forma tan grotesca que no permite el uso de herramientas simples para el desazolve.
La mayor parte de las veces acabo practicando una especie de buceo extremo para el cual no se han inventado aún guantes suficientemente resistentes. Frecuentemente pienso que tal vez este personaje si entra montado en un caballo invisible y es el caballo el que en verdad está produciendo esta cantidad desproporcionada de podredumbre.
Pero como dije inicialmente, creo que hoy es el día perfecto para mi venganza. Es el día que el bufete oriental está a mitad de precio para la cena y seguramente vendrá a darse una comilona épica como acostumbra. Lo voy a guiar como un niño hacia la dulcera, para que sea el último en entrar a los baños, apagaré las luces y cerraré las puertas. Lo que pase ahí dentro será un pequeño infierno. No me importa perder el empleo, habrá valido la pena, tendré mi pequeño momento de “toma eso sociedad”.
A las 7:50 PM lo veo llegar a “La Gran Muralla” (el nombre del susodicho restaurante oriental tipo bufete), llega solo, como acostumbra. Lo vigilo. A las 9:20 PM lo veo terminar su último plato (de 8 que se ha servido) y con un ritmo presuroso se acerca hacia los sanitarios. A toda la gente que se ha acercado previamente la he mandado a los servicios del piso de abajo, pero a él, lo dejo entrar.
Oigo como se encierra en uno de los excusados y comienza su dantesca sinfonía. Siguiendo el plan, bloqueo la puerta de su retrete, luego la puerta principal con la llave maestra y apago las luces desde afuera. Él no se da cuenta pues está en verdad ocupado en desalojar su tremendo cuerpo lleno de brócoli, cerdo, pollo, dumplings, camarones capeados, arroz, sopa de huevo…….
No tardo mucho en comenzar a escuchar gritos “¡No puedo abrir!! ¡No puedo abrir y se acabó el papel!! ¡Ayuda por favor, el baño está tapado!! ¡Auxilio, esto se está derramando, oh Dios, se me está metiendo todo por los zapatos y el pantalón, oh Dios, auxilio, alguien me escucha, abran por favor!! ¡Oh Dios, el olor es insoportable!” Antes de alejarme escucho lo que parece ser el ruido característico de un vomito incontrolable. Dejo caer la llave hacia una jardinera tupida de plantas varias y frondosas y me voy sonriendo.
Mi nombre es Fermín, el limpiabaños, y a partir de mañana seré Fermín, el pintor.
Texto: Homo Rodans.
Sobre el autor: No lo haga enojar. No le gustaría cuando esta enojado.

