La tejedora de bufandas

Elegí vestirme de hada porque lo soy.
Mi cabeza es adornada por este cucurucho forrado de diamantina azul y tela de fiesta. Mis varitas mágicas son mis dos manos amputadas que hoy reemplazo por prótesis con terminaciones afiladas.

He decidido olvidar lo que pasó antes y durante el accidente, sólo se que mis facciones nunca volverán a ser las mismas y que el dolor podría multiplicarse un millón de veces por cada cicatriz de las quemaduras en mi rostro. Fue difícil decidirme pero lo hice, cuando tanta gente sufre su desgracia y pide compasión, yo encontré el coraje interno para salir a la calle y decirle al mundo “somos eternos, este cuerpo, este dolor, es una ilusión”.

Todas las tardes, en punto del mediodía comienzo a prepararme. Mi vestido siempre luce impecable. Con la ayuda de mis amigas más cercanas me transformo y salgo al centro de la gran ciudad, con mi material de bordado en un brazo y con la entereza de saberme feliz en el otro.

Tejo bufandas en una de las calles más transitadas del primer cuadro. Así es, tejo bufandas. Me tardo casi 48 horas en terminarlas pero cada una de ellas es perfecta y llena de color. La gente se acerca a verme y al principio no se dan cuenta de mi aspecto, pero después lo hacen y no huyen.

Antes solían hacerlo. En verdad me ven como un hada tejedora de milagros, “¡Que ejemplo!” dicen muchos “¡Mira como mueve los brazos y sonríe!” dicen otros. Yo sólo se que no nací para tirarme a la calle a pedir monedas sin ganármelas, que lo que hay dentro de mi es muchísimo más fuerte que lo que la vida me puso enfrente.

Una vez vinieron los de la televisión, me entrevistaron, me felicitaron, me preguntaron cuantas bufandas hacía por semanas. 4 les contesté. ¿Porque las vendes tan baratas me preguntaron? No son baratas, es un precio justo les dije. La gente cree que por que no tengo 10 dedos como ellos me deberían pagar más y no es así. Desde luego acepto las cooperaciones voluntarias de aquellos que así lo desean, las cuales repartiré después entre los niños de los barrios pobres (dejaría de ser un hada si no lo hiciera)

No me pienso quedar aquí por siempre, pero este es el principio. Tal vez mañana reclute un ejército de gente que también haga maravillas con sus prótesis, con sus ojos que no ven, sus oídos que no oyen y pondremos una fábrica, después una tienda y después una escuela. Aquellos que sólo están sentados esperando que alguien haga algo por ellos comenzarán a hacer algo por ellos mismos. No les voy a dar una bufanda, les voy a enseñar a tejerla.

Mi nombre es por cierto, Ada.

Texto: Homo Rodans

Foto: —Sam

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