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Todos los días veo los mismos rostros y las mismas caras (que no son lo mismo, rostro es el fondo, cara es la forma) La señora que se va maquillando, el oficinista de corbata, el hombre harto de la vida, los estudiantes que ya van tarde a clases, la señorita del auto de lujo, la señora que regaña al marido, el taxista alegre, el taxista callado. Algunos ya son clientes, otros nunca me han comprado nada. Mi nombre es Dulce y vendo donas y café en un crucero transitado de la Ciudad de México. Me siento como el personaje de aquella canción de principio de siglo que decía: “parada en medio de este caos, viendo todo soy un cíclope”
Despierto diariamente a las 3:00 a.m. Junto con mis hermanos y mis primas preparamos los termos con café y las cajas del pan dulce que hemos de llevar a la vendimia. Vivimos a 40 kms de nuestro punto de venta y a 10 kms de la estación de transportes más cercana. Con el aumento exponencial del tráfico en la última década, esos números se traducen en una caminata diaria de 50 minutos para poder llegar al paradero de autobuses, o en términos calóricos, el equivalente a 1/2 de dona de las que mejor se venden: la doble glaseada con chocolate y gragea.
Nunca he sabido quien surte las donas, ¿de donde vienen? ¿quien las hace? ¿por qué siempre los mismos sabores? Sólo se que llevan años llegando a casa de mis abuelos, y que desde antes de nacer ya me dedicaba a venderlas. Casi podría jurar que el vientre de mi madre fue como el horno que a fuerza de smog, calor y azúcar le dio a forma al cigoto que más tarde acabaría siendo yo.
Cuando bien me va termino la mercancía en un par de horas, pero con eso de que la gente ahora ‘dizque’ ya se preocupa por lo que come, a veces nos queda producto sin vender. Y no los culpo. Ni cuando nos sobran donas me he atrevido a darles una mordida. Solo de verlas siento que ya me salió una carie. No puedo dejar de sentirme un poco asesina al saber que aumento el potencial de diabetes en toda esa gente pegada al volante. Pero así es esto, ellos al menos tienen la posibilidad de elegir.
Si no tuviera que estar aquí todos los días, me gustaría estudiar danza o actuación. Creo que tengo material para esas profesiones, entiendo lo que es el drama y bailar entre tantos coches me ha dado agilidad. Cuando regreso a casa por las tardes me gusta imaginar que me convierto en las personas que veo en el crucero. Soy por tanto la ejecutiva que se va pintando las pestañas, el hombre joven que va cantando en un inglés atropellado, el policía que va estrenando patrulla, la niña regañada en el asiento trasero, el señor que no ha dormido por cuidar de su esposa enferma, la novia que terminó una relación de 7 años, el adolescente que va emocionado a su práctica de fútbol, el escritor que no concluye la obra, la mujer entrada en años que nunca se caso, el doctor que sabe que opero borracho, la maestra de escuela privada, el banquero defraudador, el trailero que transporta fruta de costa a costa…
Y después despierto. Hay que pensar en el café y las donas para la mañana siguiente. Del café si me suelo tomar al menos una taza, lo preparo yo.
Words: Homo Rodans.
Photo: Tonan.



Cesar is good at this sort of thing, but if only we could get him to write more often :P /lati